A ver… ¿cómo te explico esto? Imagina que tienes LA entrevista de trabajo de tu vida y… ¡pum! Tu router decide que es el momento perfecto para actualizarse. No, en serio, ¿te ha pasado? Porque a mí me pasó hace exactamente tres semanas y… bueno, ya te contaré cómo terminó esa historia.
Pero antes, hablemos de esos famosos siete segundos. O sea, es una locura cuando lo piensas, ¿no? Siete segundos. El tiempo que tardas en decidir qué ver en Netflix es más largo que el tiempo que tiene un reclutador para formarse una primera impresión de ti.
La nueva primera impresión es digital (y puede ser brutal… MUY brutal)
El otro día estaba hablando con mi amiga María —perdón, María José, que se enfada cuando no uso su nombre completo— y me contaba algo que… bueno, es que no me lo podía creer. Resulta que estaba entrevistando a un candidato súper preparado, con un currículum espectacular, todo un máster en Harvard… y apareció en la entrevista de Zoom con… espera, espera… ¡una camiseta de Los Simpson! Y no cualquier camiseta, sino una de Homer diciendo «D’oh!».
Es que… no sé si reír o llorar, la verdad. Aunque, pensándolo bien… no, no, definitivamente es para llorar.
Los nuevos códigos del lenguaje corporal virtual (que nadie te explicó, pero tranqui, yo te cuento)
Mira, te voy a contar un secreto… bueno, no es un secreto-secreto, pero… ¿sabes esa manía que tenemos todos de mirarnos a nosotros mismos en la pantalla mientras hablamos? Pues resulta que… ¡está saboteando todas tus entrevistas! O sea, no TODAS-todas, pero… ¿me explico?
Y hablando de secretos vergonzosos de Zoom… ¿Te acuerdas cuando empezó la pandemia y todos pensábamos que esto del trabajo remoto iba a ser temporal? risas incómodas Tres años después, aquí estamos, intentando parecer profesionales mientras nuestro vecino decide que es el momento perfecto para renovar su baño con un taladro.
Consejos que nadie te dice (porque nadie quiere admitir sus propios fails)
- Haz una prueba de sonido ANTES – No, en serio, ANTES. Como aquella vez que… ay, esto me da hasta vergüenza contarlo… estaba en una entrevista para una posición directiva y mi micrófono… ¿cómo decirlo?… decidió que quería sonar como Darth Vader con gripe. No es broma. El entrevistador me dijo: «Su experiencia es impresionante, pero…» Y yo ahí, sonando como si estuviera transmitiendo desde el lado oscuro.
- El famoso Plan B – Que en realidad debería ser un Plan A-2, porque… vamos a ser sinceros, ¿cuándo fue la última vez que tu internet funcionó perfectamente durante una videollamada importante? Exacto, NUNCA. Es como la ley de Murphy pero en versión 2.0… o 3.0… o… bueno, ya perdí la cuenta de en qué versión estamos.
La cruda realidad de los siete segundos (que en realidad son como cinco porque los otros dos los gastas diciendo «¿Me escuchan?»)
¡Ah! Y aquí viene la mejor parte de mi historia de hace tres semanas. Estaba yo, toda profesional, con mi blazer nuevo (bueno, nuevo-nuevo no era, lo compré en rebajas), el fondo perfectamente ordenado (léase: escondí todo el desastre detrás de la cámara), y justo cuando el entrevistador me pregunta: «¿Por qué deberíamos contratarte?»… ¿Qué crees que pasó?
Mi gata Michi —que nunca, NUNCA se acerca a mi escritorio durante el día— decidió que era el momento perfecto para hacer su debut en LinkedIn saltando sobre mi teclado. ¿El resultado? Mi cámara se apagó, el micrófono se muteó, y yo… yo solo quería que me tragara la tierra.
Pero ¿sabes qué? —y esto es lo más loco— ¡conseguí el trabajo! Resulta que el entrevistador también tenía un gato y… bueno, digamos que Michi fue mi mejor carta de presentación sin saberlo.
El factor humano en la era digital (o cómo fingir que todo está bajo control cuando claramente no lo está)
La verdad es que… bueno, a ver cómo lo digo… todos estamos en el mismo barco. O sea, no literalmente en el mismo barco, porque… distanciamiento social y eso, pero… ¡ya me entiendes!
Y si hay algo que he aprendido en estos años de entrevistas virtuales es que… un momento, deja que encuentre mis notas… sonidos de papeles… ¡ah, sí! Que al final, lo más importante es ser auténtico. Bueno, auténtico pero con buena iluminación. Y buen audio. Y buena conexión. Y… vale, igual no es tan simple.
¿Mi consejo final? Respira hondo (pero no muy cerca del micrófono), sonríe (pero no como si te hubieran contado un chiste malo), y recuerda: si todo falla, siempre puedes decir que fue culpa de Windows actualizándose. Porque… ¿a quién no le ha pasado?
Y si nada de esto funciona… bueno, siempre nos quedará LinkedIn. 😅
PD: ¿Te ha pasado algo similar? ¡Cuéntame tu historia más vergonzosa de entrevistas por Zoom! Porque, seamos honestos, todos tenemos al menos una… o cinco.